
30 jun. 2012
Temístocles: el liderazgo visionario,inteligente y astuto, por encima de la ética
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Temístocles era un líder de emergencias. Pero también un visionario. Leía con claridad el destino de su patria. Al igual que Milcíades, se cobró de sobra los servicios prestados.
Quien gana no da explicaciones
Parte del éxito de un líder, además de en sus cualidades y defectos, reside en estar en el lugar y momento adecuados. Es el caso de Milcíades y, sobre todo, de Temístocles.
En el año 490 a.C., Darío se presentó a las puertas de Atenas con 600 naves y 200.000 soldados. Milcíades, caudillo de Platea, con un modesto ejército de 20.000 hombres, afrontó a los persas en la llanura de Maratón. Aquel día el turno de mando le tocaba a Arístides, hombre honrado que, reconociendo la capacidad de Milcíades, le pasó el poder. Este conocía a los persas: eran valientes soldados individualmente, pero no tenían idea alguna de la maniobra colectiva. Sobre esto apostó. Darío perdió 7.000 hombres y Milcíades apenas 200. Fue una sorprendente victoria que el mensajero Fedípides anunció en Atenas tras correr los más de 42 km. y morir.
Milcíades explotó su éxito, cobrándose en naves y dinero, hasta que, por suerte para Atenas, murió prematuramente. Una ventaja de este liderazgo es que suele durar poco. Le sobrevivió Arístides, cuya honestidad en política no tuvo adecuada recompensa.
En elecciones posteriores, Arístides fue batido por Temístocles, más inteligente, brillante orador y político de grandes recursos, inversamente proporcionales a sus escrúpulos. De él decía Plutarco que no aprendió gran cosa cuando sus maestros le enseñaban CÓMO HAY QUE SER, pero que aprovechó todas las lecciones sobre los MÉTODOS PARA TRIUNFAR.
Por suerte para uno y desgracia para otro, Atenas en aquel momento necesitaba más a Temístocles que a Arístides. Los persas amenazaban de nuevo; Jerjes, hijo de Darío, se acercaba con un ejército que Herodoto calculó en 1.200 naves y más de 2,5 millones de hombres.
A Atenas se unió, aunque algo tarde, Esparta y Leónidas, su rey, quien protagonizó una gesta heroica en la historia, conteniendo a los persas en el desfiladero de las Termópilas con un extenuado grupo de 300 hombres, ya mayores, hasta la muerte de todos, incluido Leónidas.
Temístocles había aguantado a los persas en la batalla naval de Artemisium, pero, al conocer el desastre de las Termópilas, mandó la flota para embarcar a los atenienses, que huían de Jerjes en su marcha hacia Atenas. Los persas saquearon una ciudad desierta y creyeron haber vencido.
Aquí se vio quién era Temístocles. Cuando sus colegas querían huir, mandó un esclavo a Jerjes, informándole del plan de retirada ateniense. Si el mensaje hubiera sido descubierto por los atenienses, él hubiera pasado por traidor. Pero el mensaje llegó a Jerjes, y con su flota trató de cercar la de los atenienses en Salamina, impidiendo así su huída. De esta manera, Temístocles alcanzó su objetivo visionario: empujar a los griegos a batirse en el mar, su medio natural y favorito. Desde tierra, Jerjes asistió a la catástrofe de su flota: perdió 200 naves frente a 40 griegas. La angostura de los estrechos de Salamina dificultó dramáticamente las maniobras persas en un lugar favorable para los griegos.
Por primera vez en Maratón y segunda en Salamina, Atenas se salvó a sí misma, y también a Europa.
Temístocles siguió haciendo de las suyas: de nuevo mandó informar a Jerjes que había disuadido a los griegos de perseguir su flota. Jerjes le creyó de nuevo y dejó 300.000 hombres en Grecia, y él se retiró. Tras recuperar fuerzas, un ejército griego conducido por Pausanias, rey de Esparta, destrozó a los persas en Platea. A esta victoria terrestre se unió la marítima en Micala, donde la flota persa quedó definitivamente destruida. Los griegos eran de nuevo dueños del Mediterráneo.
Temístocles era un líder de emergencias. Pero también un visionario. Leía con claridad el destino de su patria. Al igual que Milcíades, se cobró de sobra los servicios prestados.
Pero, pasada la borrasca, Atenas le condenó al mismo ostracismo al que anteriormente había condenado a Arístides. Tras retirarse muy rico a Argos y tras algunos complots, Temístocles murió en 459 a.C. a los 65 años. Fue un “padre de la patria”, pero potencial traidor en cualquier momento. Inquietante personaje, que encarnaba todas las cualidades y los vicios del genio griego.