Reforma Laboral ¡YA!

14 mar. 2010

Reforma Laboral ¡YA!

No nos merecemos el espectáculo que están dando Gobierno, sindicatos, patronal y oposición, con la forma y efectividad con que se esta acometiendo la reforma laboral. Los niveles de desempleo y paro son insoportables, y amenazan nuestro modelo de sociedad y convivencia.

Independientemente de quien sea el culpable de la grave crisis que vivimos y, siendo claro y evidente que no es de los trabajadores y empleados, resulta también evidente que tenemos que resolver el problema con formulas nuevas, imaginativas y pragmáticas. El pasado no ayuda.

No tenemos tiempo para órdagos o globos sonda, como pueden ser la propuesta de jubilación a los 67 o contratos sin derechos para los jóvenes. Tampoco vale el uso recurrente y excesivo de topicazos anacrónicos como el coste del despido, el contrato basura, el mileurismo, el poder adquisitivo como derecho adquirido, etc.

El problema que tenemos que resolver es conseguir empresas más competitivas que generen empleo suficiente, con la calidad que nos permita ofrecer valor diferencial como país de forma sostenible.

Creo que andamos un poco desenfocados, conscientemente o no. Debemos hablar más claro. Al parado no le interesa el coste del despido, necesita empleo y lo demás le importa poco. El joven sin empelo quiere entrar en el mercado de trabajo, el tipo de contrato le importa menos. Esta es en mi opinión la verdad del cuento, y el resto, debates y posiciones interesadas, partidistas, pusilánime, clientelistas, o anacrónicas. Más de uno podría decir: “represénteme menos y pregúnteme mas. No necesito tutores institucionales”.

El panorama económico global está cambiando a tal velocidad e introduciendo tantas nuevas complejidades y oportunidades, que no tenemos tiempo para debates locales sobre si son galgos o podencos. Nuestro mercado de trabajo y nivel de paro es el reflejo de nuestra competitividad y productividad como país, que es baja y paralizada por el análisis y los requiebros.

No podemos seguir tolerando tres mercados de trabajo superpuestos y de espaldas. Uno “aristocrático”, con empleo fijo y salarios y costes de salida altos, otro de eventuales con salarios y coste de salidas más bajos, y un tercero de economía sumergida con condiciones realmente precarias y sin representación alguna.

La situación precisa tomar al toro por cuernos, término taurino que –como tantos otros- refleja nuestra sabiduría popular. Es necesario reconocer y mentalizar a la opinión pública que nuestra productividad como país es baja, nuestro modelo de crecimiento obsoleto, y nuestro sistema de relaciones laborales extremadamente rígido.

Es rígido por la prevalencia de la negociación colectiva sectorial sobre la de empresa. Lo que impide sobre todo a las pymes, adaptar sus condiciones de trabajo a los requerimientos de flexibilidad y competencia en un mundo global. Los sectores convencionales se están diluyendo y convergiendo a velocidades exponenciales.

Es rígido, en tanto es más importante para competir y generar empleo la negociación de la productividad, que el salario o el coste del despido, y llevamos veinte años haciendo lo contrario. También es rígido porque pivota sobre un concepto insostenible de estado del bienestar. Si queremos mantener nuestros valores europeos y nuestra calidad de vida, debemos apostar más por la generación de nuevas capacidades y modelos de negocio sostenibles, y menso pro el incremento cuasi-automático de los costes laborales del empleado sin incremento equivalente de la creación de valor exportable.

Por las razones expuestas, es exigible un ejercicio de la máxima responsabilidad a los agentes sociales y a la oposición, consistente en resolver el tema ya, al margen de consideraciones electoralistas o clientelismos mal entendidos. Es urgente un nuevo contrato de trabajo para jóvenes sin empleo, y ampliar el poder de negociación en el ámbito de las pymes, sin paternalismo proteccionistas.

No podemos mantener por más tiempo al 40% de una generación formada y con talento digital en la cola del paro por prejuicios de personas mayores, normalmente con empleos fijos y blindajes legales. Conceptos como el del contrato basura no significan nada para el parado, y son difíciles de traducir al nuevo lenguaje universal de la competencia.

El peor contrato basura es el paro, el empleo dignifica, y los empresarios pequeños y medianos que no contratan no es porque no quieren, sino más bien porque no pueden.

Para concluir, si bien es necesario reconocer que el asunto es sociológica y políticamente complejo y arriesgado, existen soluciones técnicas y jurídicas más que suficientes para modular el sistema de relaciones laborales a la situación de la economía y al tránsito de un modelo viejo a uno nuevo por descubrir.

También es preciso apuntar, que la reforma del mercado de trabajo es condición necesaria, pero no suficiente. Debe ir acompañada de profundas reformas en el sistema educativo, financiero, y de sectores todavía protegidos, pero son reformas de medio plazo, y los parados no pueden, ni deben esperar. Lo urgente es lo urgente.