“Ayer tuve un sueño...

01 jul. 2007

“Ayer tuve un sueño...

... Soñé que los hijos de mis hijos vivirán en un mundo donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”. Así comenzaba Martín Lutero King su famosa frase y discurso, allá en los años 60.

Salvando las distancias, también ayer yo tuve un sueño, que algún día podría ser realidad. Soñaba que a las personas se les valoraba, seleccionaba y promocionaba, en primer lugar, por su Integridad, ética y valores. Segundo, por su Motivación. Tercero, por sus Capacidades, y así sucesivamente, hasta la experiencia específica, en último lugar: casi en orden inverso al que con frecuencia se hace.

En este mundo tan apresurado y competitivo en que vivimos, a veces se nos escapa lo importante y nos quedamos con lo secundario. Si para construir un edificio hay que empezar por los cimientos y pilares que sustentarán el resto de la casa, la integridad es la base del resto de cualidades.

Desde lo más profundo hasta lo más superficial y externo, éste, pues, podría ser el orden de importancia:

  1. Integridad, ética y valores.
  2. Motivación por el proyecto.
  3. Capacidades (perseverancia, iniciativa, acción, toma de decisiones, optimismo, pensamiento positivo).
  4. Comprensión y aprender de la experiencia.
  5. Compromiso y responsabilidad.
  6. Conocimientos y estudios.
  7. Experiencia específica.

Las tres primeras, sobre todo, (integridad, motivación y capacidades) son las que conforman el carácter de un líder y constituyen los pilares imprescindibles del auténtico liderazgo. Las tres han de estar equilibradas. De lo contrario, emerge un pseudoliderazgo, disfuncional y de resultados negativos.

Un líder con motivación y capacidades, pero sin integridad es un trepador destructivo. Uno con motivación y sin integridad ni capacidades es un demagogo. Y uno con capacidades, pero sin integridad ni motivación es un tecnócrata.

Yendo desde el núcleo hacia la periferia: sin integridad, la motivación es muy peligrosa. Sin motivación, las capacidades son impotentes e inútiles. Sin capacidades, la comprensión y el aprendizaje son limitados. Sin comprensión, el conocimiento no tiene sentido. Y sin conocimiento, la experiencia es ciega.

También, sin las capacidades descritas (perseverancia, iniciativa, acción, toma de decisiones, etc.), el esfuerzo languidece y todo termina en buenas ideas e intenciones.

La Comprensión es igualmente necesaria, para poder alinear eficazmente capacidades, motivación e integridad hacia un fin concreto.

Compromiso y Responsabilidad son asímismo imprescindibles, para que la persona compre racional y emocionalmente el proyecto y lo haga suyo para poder dar cuentas y responsabilizarse. Ha de servir al puesto, en vez de servirse de él.

Finalmente, Conocimiento y Experiencia Específica son las dos competencias que mejor o más fácilmente se pueden adquirir.

A veces constituye un gran reto el seleccionar para un  proyecto a un profesional que no tiene la trayectoria y experiencia tradicionales, pero posee otras cualidades menos obvias y más profundas, que pueden compensar sobradamente. Ello requiere, naturalmente, un diagnóstico cuidadoso de los requisitos críticos para el éxito en el desempeño del puesto.

Sin embargo, hoy, tras despertar del sueño, ya en el trabajo, he empezado a redactar una oferta en la que, recogiendo las necesidades del cliente, comienzo a escribir: “Es imprescindible la experiencia concreta en este campo y los conocimientos sobre...., etc.”

Nuestra metodología de selección es con frecuencia excesivamente tradicional y conservadora. Empezamos por la experiencia específica y, a continuación, el resto de aspectos, dejando la integridad para el último lugar y, a veces, hasta olvidándola. Hay que reconocer que, en muchos casos, es imprescindible la experiencia de éxito contrastada, pero sólo como condición necesaria, no suficiente. Sin el resto de capacidades, la experiencia hasta limita, y la super-experiencia puede matar. Los tejados y paredes de una casa se pueden desplomar cuando los cimientos y pilares básicos flaquean. Éstos han de ser siempre sólidos, y no hay que obviarlos ni darlos por supuestos.

Integridad, motivación y capacidades son el núcleo y trípode donde se apoya el auténtico liderazgo. Ninguna de las tres puede estar ausente. En ellas residen las claves predictoras del éxito de la persona en el puesto.

Son asímismo muy importantes la comprensión y el compromiso. Sin ellas el liderazgo también flaquea. Experiencia específica y conocimientos, a diferencia de las demás, son las únicas que, en ocasiones, pueden estar ausentes. Se pueden adquirir y poner en eficaz funcionamiento si la persona posee las otras cualidades.

Tanto en situaciones de calma como en las de lluvia y tempestad, el tejado y las paredes cubren y protegen aseadamente la casa. Pero la estabilidad y auténtica fortaleza del edificio la proporcionan los pilares y cimientos.

Durante mi sueño, la experiencia y conocimiento específicos ocupaban el último lugar en la lista de cualidades. Si no se basan en integridad, motivación y demás capacidades, sólo son una mochila llena de piedras que, a lo largo de la carrera, cada día nos pesará más a las espaldas y aburrirá la paciencia de los que nos tienen que escuchar.