
19 dic. 2012
De Alcibíades a Mourinho
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El perfil personal y patrones de comportamiento de José Mourinho, profesional de indiscutible trayectoria brillante, muestra sorprendentes analogías con los de algunos directivos, primas donnas, que he conocido, y, salvando lugar y tiempo, con el famoso y controvertido general griego Alcibíades.
Alcibíades (450-404 a.C.) fue un irresistible y brillante militar y político griego, héroe en las guerras del Peloponeso. Desde joven, parecía ungido por los dioses. Lo tenía todo: blasón aristocrático, inteligencia, fortaleza, habilidad, hermosura, ambición, valor e insolente soberbia. Era sobrino de Pericles y discípulo de Sócrates, que, admirados por su exuberancia y genialidad, le trataron de disciplinar y orientar hacia el bien. Pero, en vano. Egocéntrico, vehemente y arrogante, era servidor más que dueño de sus pasiones. No reparaba en medios para hacer carrera y lograr el gobierno de Atenas. El mismo Sócrates perdonaba todo a su alumno preferido cuando este alternaba sus clases de filosofía con visitas a prostitutas. Era tan seductor de corazones femeninos como de masas electorales. Su fama y carrera estaban ligadas a la guerra, único camino para sus ambiciones. Necesitaba enemigos. Cuando no los tenía, los buscaba y encontraba o creaba.
Alcibíades fomentó una coalición contra Esparta en la que Atenas fue severamente derrotada. Trató de convencer a los atenienses de que el único modo de recuperar el prestigio y construir un imperio era conquistar Sicilia. Contra la oposición de muchos, logró sus propósitos y recibió el mando. Pero tuvo que cederlo a otro por un proceso en el que se vio implicado. La expedición resultó un fracaso, ardiendo toda la flota ateniense.
Alcibíades desertó de Atenas para eludir el proceso. Se refugió en Esparta, la enemiga, poniéndose a su servicio. Era hombre peligroso: rémora para sus amigos y devorador para sus enemigos. Terminó seduciendo a la mujer del rey espartano Agis y tuvo que huir. Se fue a Persia a ofrecer sus servicios, ahora contra Esparta.
Esta había contactado a Persia para atacar a la débil Atenas: griegos recurrían a bárbaros para destruir a otros griegos. Atenas llamó nuevamente a Alcibíades, que, al frente de la flota, infligió varias derrotas a Esparta. En una ocasión, dejó el mando de la escuadra a su lugarteniente con órdenes de no moverla, mientras él partía a saquear otra ciudad. Pero este obró por su cuenta y fue al encuentro de la flota espartana, perdiendo batalla, flota y vida. Declarado responsable de la derrota, Alcibíades huyó de nuevo hacia Esparta.
Atenas buscó el desquite precisamente cerca de donde Alcibíades estaba refugiado. Él mismo observó que las naves atenienses estaban mal alineadas, y fue a advertir a sus compatriotas. Pero estos ya no le creyeron, tachándole de traidor: la única vez que él no lo era. Asistió impotente a la catástrofe de la flota ateniense. Lisandro, el general espartano, supo que él había avisado a los atenienses y mandó matarlo. Alcibíades logró huir y buscó refugio en casa de un general persa, que pocas noches después lo asesinaba siguiendo órdenes de Lisandro. Así, a los 46 años, concluyó la carrera del más extraordinario, inteligente, imprevisible y desleal personaje que la historia recuerda.
La carrera del fulgurante Alcibíades, del directivo irresistible, prima donna, y de Mourinho muestran algunas analogías:
- Ego y ambición desmesurados: pozos sin fondo, necesidades insaciables. “Vampirismo”. Necesita sangre.
- Instituciones y personas son un medio para su carrera: cambios de lealtad frecuentes, relaciones no duraderas y repetición de los mismos “patrones de éxito” y “de fracaso” en diferentes etapas.
- Sirven al puesto, pero sobre todo se sirven del puesto para su carrera, en su propio beneficio. Cierran el ciclo de “SALVADOR” ⟶ “VERDUGO” ⟶ “VÍCTIMA”.
- Generan toxicidad: “Exquisita capacidad” de granjearse enemigos. Por su prepotencia, egolatría y desprecio a los demás. “Conmigo o contra mí”.
- Cumplen expectativas, pero con alto coste humano. La organización se resiente del liderazgo abrasivo. Del roce sale el cariño, pero del roce abrasivo salen ampollas.
- Relaciones no duraderas. A la larga, el coste es excesivo. La persona termina marchando antes de ser (o siendo) expulsada por la organización, que siente alivio.
- Parece mercenario, pero es algo más. El dinero para él es sólo un indicador de su éxito personal y un medio para el logro de sus fines.
Es difícil predecir qué se puede esperar de un ser humano. Pero más impredecible es cuando la persona parece tenerlo todo en la vida. Todo se puede esperar: lo mejor…y lo peor. El ungido por los dioses suele terminar creyéndoselo. Gracias a sus portentosas capacidades pasa de lo humano a lo divino y, con su prepotencia, de lo divino a lo bestial. Es la hybris griega de Alcibíades y de muchos divos que, como Prometeo, llegan a robar el fuego a los dioses. El deseo de ser como ellos existía en la Grecia antigua y también en nuestros días. El fracaso del irresistible es siempre enigmático. Grandes capacidades y oscuros valores: hardware portentoso y software tormentoso.