
30 nov. 2009
Alfonso VIII, las Navas de Tolosa y el liderazgo del cambio
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En mis entrevistas a directivos, con frecuencia pregunto cuál es, a su juicio, el cambio más importante que han liderado en su carrera: cómo se planteó la necesidad, cuál era el objetivo, cómo se preparó el proceso, cómo terminó y cuáles fueron los resultados. Escuchando con candor aparecen hechos y opiniones de gran riqueza sobre la persona.
Leyendo sobre las batallas en la historia de España descubrimos ciertas analogías con los procesos de cambio en organizaciones. En el fragor y confusión de la lucha, había un momento en que no se sabía si se estaba ganando o perdiendo. Lo interesante es que el desenlace de la batalla dependía en muchísimos casos del propósito y convicción de ganarla.
Así sucede en cambios organizativos. Hay fases del proceso en que la balanza oscila hacia un lado u otro, sin saber si se avanza o se retrocede, hasta que, por confianza y perseverancia, el cambio fluye por los caminos esperados.
Ejemplo modélico es el de la batalla de las Navas de Tolosa (16 julio 1212), que marcó un antes y un después en la Reconquista.
La noche anterior, Alfonso VIII de Castilla estaba sentado velando las armas envuelto en una manta, sintiendo el frío de las montañas de Sierra Morena, antes de avanzar el día siguiente por el desfiladero de Despeñaperros. Su hijo y efímero sucesor, Enrique I, se le acercó preguntándole: "Padre, ¿tembláis de frío o por ventura, ante la batalla que nos espera mañana?". El rey se incorporó respondiéndole: "Hijo, si tienes esa duda, mejor te vuelves a la corte, a las faldas de la casquivana de tu madre" (su mujer, Eleanora de Aquitania, tenía fama de ser algo ligera de cascos). El hijo, impresionado, respondió: "Padre, mañana estaré con vos en la batalla". Alfonso VIII, sin saberlo, reunía todas las características de un auténtico líder del cambio:
- Tenía un objetivo claro: derrotar al reino almohade.
- Perseveró en su objetivo, aprendiendo de experiencias anteriores: en 1195, fue seriamente derrotado en Alarcos (norte de Despeñaperros). Decidió atacar él solo, tras haber recabado la ayuda de León y Navarra, que no recibió.
- Tenía fe en lo que abordaba, y convicción de ganar, como así transmitió a su hijo.
- Cuidó esta vez recabar todos los medios para garantizar el éxito: apoyo de los reinos de Navarra y Aragón, y de los obispos de Nantes, Burdeos y Narbona.
- El resultado tuvo impacto y consecuencias más allá de lo que él mismo pensó. Alfonso murió dos años después y, en corto tiempo, los principales protagonistas de la batalla. Pero marcó el camino a seguir para más de dos siglos a otros reyes que culminaron el proceso.
La Historia y las organizaciones no son lo mismo, pero escenarios y actitudes humanas muestran a menudo siluetas y perfiles semejantes. Puede suceder que algún directivo con sentido de humor que haya tenido la paciencia de leer este artículo, ante mi pregunta, sobre qué cambio ha liderado, saque una corona real de su cartera, la ciña a su cabeza, y sonriente, comience a describirme su experiencia.